La privatización checa,
como modelo de expropiación de un pueblo

 

La manera particular checa (entonces todavía checoslovaca) de privatizar la propiedad nacional sirvió como un modelo para otros estados poscomunistas. Fue elogiada por expertos económicos en todo el mundo. Últimamente no se escucha mucho sobre esta privatización con cupones, ni siquiera sobre sus resultados.

1. Las condiciones previas

Los políticos checos querían realizar distintas tareas con el método de privatización.
Primero pensaron que sólo la economía en manos de particulares sería eficaz, y por eso tenían prisa en ponerla lo más rápido posible en dichas manos. De esta forma, también querían demostrar a todo el mundo como respetaban y fomentaban la propiedad privada y que eran parte integral de la "comunidad de valores occidentales".
Segundo, de 1990 a 1991, los muy ansiados inversores de los países capitalistas no se agolparon en Praga. Hubo muy poco interés en empresas checas. Con la privatización "en manos del pueblo" no querían excluir, sino atraer a estos inversores potentes.
Tercero, esta privatización sirvió un fin propagandístico-moral dirigido a la propia población: Los comunistas, dijeron los políticos, habían robado a los checos sus bienes, ahora nosotros vamos a devolvérselos. Así demostramos que somos los verdaderos aliados del ciudadano humilde. (El gobierno checo de Václav Klaus sabía que venían tiempos duros para el ciudadano humilde y que iba a necesitar la confianza de sus súbditos para mantenerse en el poder y llevar a cabo la transformación al capitalismo. El mensaje que iba junto con la privatización decía: "Aguantad y callad, porque todo ahora es vuestro". Querían que el puro título de propiedad atrajera la satisfacción de su dueño, sin las ventajas que trae la propiedad en una economía capitalista.)
Cuarto, la privatización con cupones tenía que solucionar el gran problema básico de toda la transformación en Europa del Este: ¿A qué precio se van a vender nuestras empresas? Las empresas estatales nunca habían sido expuestas a la competencia mundial, nunca antes tenían que probar su eficacia contra empresas capitalistas. Hicieron su balance según reglas muy distintas a las que se aplican en los países capitalistas y además en monedas que no eran aceptadas en Occidente. Según los criterios de los empresarios capitalistas y sus expertos económicos las empresas del Este no tenían valor.
Finalmente los políticos checos tenían una opinión muy buena de su economía y no querían privatizar sus empresas como la Treuhand alemana con una marca simbólica. Un semejante de alta estima tenían sobre su propia competencia intelectual: En esos tiempos, Václav Klaus encontraba gran placer en enseñar a sus colegas del Este y del Oeste, poco entusiasmados, en todos los foros internacionales sobre la aplicación correcta de las teorías de economía nacional.

2. El procedimiento

Los ciudadanos podían comprar un cuaderno de cupones con 1000 puntos por el precio de 1000 coronas checoslovacas. Eso entonces era la mitad de un salario mensual. Estos puntos tenían que "invertir" en la segunda vuelta de la privatización en las acciones que el gobierno iba a emitir para las empresas destinadas a la privatización. (Las empresas más atractivas para el capital occidental eran excluidas de esta privatización, también todos los inmuebles, agrícolas y vivienda. Las tiendas habían sido vendidas ya antes en subastas. Además se quedaron en manos del estado empresas "estratégicas" de carácter clave para la economía, como los ferrocarriles y empresas de energía). Después las autoridades iban a determinar el precio de las acciones y el porcentaje de la participación de cada "inversor" popular.
El muy estimado público así recibía la autoridad de juez sobre la valor de las empresas. Si una empresa atraería muchos puntos, su valor iba a aumentar y en consecuencia el precio de sus acciones.
Los checos en su mayoría no se entusiasmaron por ese juego costoso y menos de un diez por ciento de la población con derecho gastaba su dinero en su futura propiedad. La privatización parecía naufragar.
En este momento apareció como ángel salvador un checo exiliado y graduado de la prestigiosa universidad americana de Harvard, Victor Kozeny. En un país que hasta entonces casi no conocía la publicidad empezó una campaña de propaganda gigantesca en favor de la privatización y prometía el décuplo de los puntos, quiere decir 10.000 coronas, a cada uno que comprara su cuaderno y después encomendara la gestión de sus puntos al fondo de inversión recién fundado por Kozeny, el Fondo Harvard.
Para esta campaña de publicidad en que supuestamente se gastaron alrededor de 100 millones de dólares, Kozeny recibía créditos de uno o más bancos checoslovacos. El gobierno obligaba a los bancos a dar estos créditos porque tenía un interés ardiente en impedir que su privatización fracasará antes de su inicio.
Al ver la campaña de Kozeny en Checoslovaquia estalló algo así como una fiebre y todos los bancos, muchas empresas y hasta cooperativas agrícolas fundaron sus fondos de inversión, con varias promesas muy poco realistas para sus futuros inversores.
Al final de este primer paso, la compra-venta de cuadernos y la inscripción de sus propietarios en fondos de inversión, el fondo de Kozeny era el tercero más grande de Checoslovaquia, por los puntos de cupones que había atraído. Según fuentes oficiales el 80% de la propiedad nacional había sido privatizado de esta manera hasta finales de 1993.

3. Las consecuencias

Como resultado de este procedimiento se había establecido una red absurda de títulos de propiedad: Los bancos tenían fondos de inversión. Participaciones minoritarias de los bancos habían sido privatizadas por cupones y pertenecían ahora a fondos de inversión. Los bancos quedaban nacionalizados y los fondos de inversión tenían todas las acciones de las empresas checas. Y todo eso mientras las empresas no habían recibido lo más sustancial para una empresa en el mercado libre: El capital. El dinero que se había cobrado para los cuadernos no ayudaba.
Primero, porque era dinero checo que no podía comprar la tecnología avanzada de los países capitalistas; segundo, porque la mayor parte se gastaba en el procedimiento de privatización. Mientras las empresas no recibían recursos para prepararse por la competición en el mercado mundial aumentaron sus gastos, porque los fondos de inversión tenían que pagar a sus gerentes y además necesitaban dinero para pagar los intereses/dividendos prometidos a sus inversores, los ciudadanos humildes.
Debido a las condiciones adversas: la pérdida de los mercados antiguos, los métodos de producción inadecuados para la nueva competencia y las restricciones del importe que imponían los países occidentales, las empresas andaban mal y necesitaron créditos continuos para mantener su producción. Así aumentaron las deudas empresariales y formaron los particulares rasgos checos de las fuentes principales del crédito industrial: Los bancos y la bolsa.

4. Deudas

Desde el punto de vista del deudor hay dos formas de deudas.
Primero, las deudas de una empresa o de un negocio. El empresario o el comerciante toma un crédito para aumentar su liquidez, para comprar mercancía y emplear a los obreros que producen para él. Los comerciantes entre si, se dan créditos para poder comprar y vender más rápido. Todos estos usan el crédito para enriquecerse.
El otro crédito es el que contrata el pobre para permitirse su consumo y su supervivencia. Compra su vivienda con crédito, su coche, o deja su cuenta corriente en descubierto hasta que viene el próximo salario. El crédito aumenta el precio de la mercancía que consume por el interés que tiene que pagar. Esos créditos empobrecen al deudor.
Para los bancos esa diferencia no importa mucho. El banco gana con ambos.
Las empresas checas pertenecen a la segunda categoría de deudores. Ya en el antiguo sistema socialista existía la llamada deuda en la contabilidad de la empresa. Era algo estable, generalmente no se cubría nunca, no se pagaba interés y la suma quedaba en los libros de la otra empresa como activo, igual como si fuera una máquina. Las deudas socialistas eran un elemento del comando central y estatal sobre la producción. Estas deudas viejas cambiaron de carácter con la transformación hacia el capitalismo. Se convirtieron en deudas que tienen que producir beneficio.
Dichas deudas representan una carga más para empresas que andan mal. Se añaden a las nuevas deudas que las empresas contratan para continuar produciendo.

5. Los bancos

Los bancos en nuestras tierras son instituciones que atraen los ahorrillos de la gente obrera y los dineros momentáneamente no usados por los empresarios. Con ese fundamento reciben el derecho de crear y conceder crédito. Sus ingresos son los intereses pagados por sus deudores. El éxito de un banco depende de los éxitos de sus deudores. Los bancos en el capitalismo también son los guardianes del lucro: Deciden hasta cuándo consideran un cliente fiable, su negocio lucrativo, o cuándo es un caso perdido de quien no se puede sacar interés y quien tiene que declararse en quiebra.
Los bancos checos tenían deudas viejas ya de los tiempos socialistas. Después venían deudas nuevas que contrataron los fondos de inversión para invertir en las empresas de quienes eran accionarios. Estas inversiones, en la mayoría de los casos, no trajeron una alza en los negocios de las empresas, sino solo impidieron la quiebra de éstas. Aparte de estos créditos, los fondos necesitaban otros préstamos para pagar el interés prometido a sus inversores. Si no hubieran hecho estos pagos, hubieran revelado que todo el optimismo respecto a la privatización, la bolsa de valores y el progreso aclamado era una mentira.
Finalmente, los fondos de inversión también fundaron bancos propios para crear más crédito para sus propios fines. Todas las contradicciones y absurdos de la privatización checa acabaron de esta manera en el sector bancario. Eso producía unas quiebras bancarias en los años 1995 y 1996, una desilusión general en la economía y una caída de la moneda checa. El gobierno tenía que intervenir, soportar los bancos con créditos y prácticamente re-nacionalizar los bancos comprometidos.
Todas estas medidas no tocaron el fundamento de la situación precaria del crédito checo, la privatización de cupones. Los fondos de inversión seguían existiendo, las deudas también, y la marcha de los negocios de las empresas no mejoraba.

6. La bolsa

La bolsa de valores de Praga era un resultado de la privatización: Como ahora tenemos acciones, pensaron los jefes del país, necesitamos también una bolsa, según los libros de economía nacional. La bolsa también tenía un carácter un poco absurdo: La mayoría de las "acciones" que circulaban allí no tenían permiso de circulación. Para comprarlas o venderlas se necesitaban permisos especiales. Así los políticos reconocieron que la especulación que ellos mismos habían permitido podía traer más daño que ventajas y se esforzaron a limitar los movimientos de sus propias criaturas.
En vano, naturalmente. En los próximos años el comercio de valores dentro y fuera de la bolsa se convertía en el único sector próspero de la economía checa (tal vez con la exclusión de la prostitución y el comercio de armas). Aquí se podía ganar rápido y gracias al muy liberal régimen de divisas (para atraer inversores extranjeros) transferir las ganancias también rápidamente al extranjero, salvándoles de la inflación, impuestos e investigaciones desagradables. Las ganancias y pérdidas del mercado de valores tenían en común que no tenían nada que ver con las empresas que figuraban en ellas, ni tampoco se invirtieron en ellas. El mercado de valores era un mundo aparte que no tenía que ver con el mundo de producción y circulación de mercancías.

7. Nuevas consecuencias

La oficina de privatización se convirtió en una fuente constante de fraude. Sus jefes tenían que marcharse uno tras el otro por corruptos. En fin, también tenía que marcharse, acusado de corrupción, el autor de toda la privatización, Václav Klaus, como jefe de gobierno.
Los políticos checos rápidamente han aprendido uno de los principios astutos de la democracia: Remover las personas para limpiar y mantener el sistema.
El señor Kozeny vendió una parte de sus numerosas acciones a un socio americano. Con el dinero que recibió compraba mayorías en otras empresas y así, prácticamente, se convirtió en su propietario. (Los problemas de las empresas checas no significan que un gerente listo no puede sacar dinero de ellas. Por ejemplo, vende mercancía al extranjero y dirige el dinero recibido a una cuenta personal, también en el extranjero). Dirige su imperio de las Islas Bahamas. Su propia empresa que es la propietaria de todas acciones registradas a su nombre está registrada en Chipre. Un año más tarde se declaraba en quiebra con su fondo de inversión, el famoso Fondo Harvard. Así se deshizo de los propietarios de cupones y de sus pretensiones a dividendos. De manera parecida procedían otros fondos de inversión. Con su liquidación, la expropiación del pueblo está acabada también de jure. El dueño de muchas empresas checas es desconocido. Pero se sabe de quien no son.
El gobierno sucesor checo heredaba todo el problema de la privatización que no cumplía con sus expectaciones.
1. Declarar la quiebra para todas las empresas fuertemente endeudadas significaría cerrar más que la mitad de las empresas checas. Pondría en duda el ser de Chequia como país industrial.
2. Continuar la política anterior con créditos y garantías estatales de créditos pone en peligro la confianza de las poderosas instituciones financieras internacionales en el sector bancario y la moneda checa, y también en el gobierno checo.
3. Una comision de expertos económicos que tenían que elaborar soluciones para la resolución del problema en 1999 llegó a la conclusión de que lo mejor sería declarar inválida la privatización de cupones y re-nacionalizar todas las empresas. Como este camino no es viable se quedó algo como una broma entre los economistas, no se hablaba más de esta "alternativa". Porque un paso así sería como una revolución, por lo menos hacia el extranjero y sería tratado por parte del mundo importante, la "comunidad de valores occidentales", como una declaración de guerra.

8. Conclusiones

La cuenta de todo esto la paga, como suele pasar, el obrero. Mejor dicho: Quien se queda sin nada, sin trabajo, sin ingresos, sin propiedad es el nuevo obrero. La privatización en Europa del Este convierte a los obreros checos en verdaderos proletarios. Es verdad que antes las empresas tampoco eran suyas. Pero el estado socialista era un patrón muy distinto de los propietarios capitalistas. En el Este había persecución política, pero no había la presión económica del estilo capitalista: El estado socialista quería que todos sus ciudadanos trabajaran. Estos no conocían el despido y/o el paro. Gozaban de una seguridad social que hoy día ya se desconoce en todo el mundo. Ahora han llegado al nivel del obrero libre que no tiene nada garantizado, que puede encontrarse en la calle en cualquier momento, tiene que viajar lejos, mudarse a las metrópolis para buscar trabajo.
El método checo de privatizar no cambiaba la esencia del procedimiento, aunque en el comienzo se presentaba como su contrario: La restitución de la propiedad, la participación de todos en los frutos de la economía. Las empresas estatales que antes eran de todos y de nadie se vendieron a particulares. Los demás se quedaron con las manos vacías. Compañías multinacionales como VW o caza fortunas como Kozeny sacan su provecho de la barata mano de obra checa. Ya hay varias empresas que hace meses no han pagado salarios a sus trabajadores. El nivel de paro ha alcanzado el promedio europeo.
Eso da gran satisfacción a los expertos económicos en todo el mundo, estos buitres del sistema capitalista: Declaran que Chequia se está "normalizando".

(CNT - Periódico mensual de la Confederación Nacional de Trabajo, Marzo 2000)

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